Qué quiere ser esta página 


 

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Quizá alguno se pregunte de qué va o qué puede encontrar en esta página que he llamado "mismusicascalladas.com". Trataré de explicarlo en los párrafos que siguen.

La alusión en su nombre a “músicas calladas” está inspirada en unos versos del “Cántico espiritual” de San Juan de La Cruz, uno de los poetas que me acompaña desde hace más de cincuenta años, cuyos versos y estrofas son culpables de algunos de los más que agradables momentos de mi vida.

Jamás olvidaré la magia del momento en que, no hace muchos años, en un viaje con mi esposa y compañera a la provincia de Jaén, en el convento de los carmelitas de Úbeda, en el oratorio construido en la celda en que murió en 1591 que guarda algunos restos del poeta (su cuerpo descansa en Segovia, a donde, tras ser robado, fue trasladado en un accidentado viaje mencionado por Cervantes en “El Quijote”), los dos solos y en medio de un elocuente silencio, nos atrevimos a romperlo recitando el Cántico espiritual y otros poemas.

En los versos concretos que en el contexto de la explicación del nombre de esta página me interesan, el poeta, con un dominio envidiable del lenguaje, establece juegos semánticos entre términos opuestos como los citados, cuyo antagonismo provoca la aparición de nuevos e inesperados campos de significados.

Los cinco versos de la estrofa concreta del poema citado dicen así:

La noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora
,
la cena que recrea y enamora.

Mi relación personal con Juan de la Cruz oscila entre el embrujo y la fascinación que me provoca su lectura y la dificultad de entenderlo traducida en dudas e inseguridad por interpretarlo correctamente.

Cuentan sus biógrafos que, siendo niño, Juan de Yepes, que ese era su nombre, cayó en un pozo: “fue ansí que un día, viniendo este testigo a comer a su casa, oyó decir entre mucha gente de la vecindad … que el dicho niño había caído en un pozo y yéndole a sacar, porque se pensaba se había ahogado, porque el dicho pozo era muy hondo ”.

Con frecuencia, leyendo sus obras, me he considerado a mí mismo sumido en un oscuro pozo, buscando un foco de luz que despejara las sombras y me permitiera esclarecer y desentrañar el sentido de sus versos. Podría hacer míos estos versos del poeta:

Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido.

No se me escapa el contexto místico y religioso en que surgen los poemas de Juan de la Cruz y por tanto el sentido que originariamente tienen.

S. Juan de la Cruz

En el Cántico espiritual nos describe cómo el alma es la amada que abandona su casa y sale en busca del amado en un proceso de purificación, una noche oscura, en la que se vacía de lo que no es Dios para poder culminar el proceso y llenarse de Dios el día de las nupcias, cuando, “en la noche serena, con llama que consume y no da pena”, “en la espesura do mana el agua pura” entren en la “caverna escondida” y “gusten en ella el mosto de granadas”.

Volviendo a la estrofa citada al comienzo y tratando de explicar cómo la entendía el poeta, digamos que éste en sus escritos nos cuenta cómo el alma, una vez ha sido iluminada, vuelve a su estado imperfecto y no acierta a describir su experiencia:

Entréme donde no supe
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

Solo acierta a decir que la experiencia de dicha noche oscura no se puede describir con palabras, sino como una “música callada” que, “aunque es callada en cuanto a los sentidos y potencias naturales, es soledad muy sonora para las potencias espirituales”.

Estos versos de Juan de la Cruz son, pues, el punto de partida del nombre de esta página, pero añadamos inmediatamente que no va a ser una página de poesía, religión, mística u otros temas afines. En esta página va a ser la música el tema dominante.

Como seguramente quedará claro a lo largo de esta web, mis intereses han sido variados a lo largo de mi vida aunque en general han girado alrededor del mundo de la cultura. He dedicado mi vida laboral a la enseñanza de filosofía y otras asignaturas. En realidad, además de filosofía, he impartido clases en Institutos de Enseñanza Media de todas las asignaturas de “letras” excepto el inglés: latín, griego, música, historia, lengua y literatura, francés, informática, …

No he sido ambicioso profesionalmente. He rechazado sin excesiva resistencia algunas ofertas para abandonar la enseñanza, fundamentalmente porque seguir en ella me ha permitido disponer de tiempo razonablemente suficiente para atender a la familia y a mis aficiones: lectura de clásicos y modernos, tocar el piano, cantar en coro, unos cuantos viajes normalmente de motivación cultural, visitas a museos, asistencia a sesiones de teatro, conciertos, recitales, …

En torno a estas aficiones se ha ido configurando un hermoso bosque poblado de árboles de forma y porte muy diferentes: filósofos, ideas y creencias, libros de temas varios, imágenes de cuadros y estatuas, pequeñas iglesias románicas y amplias catedrales, poetas y músicos antiguos y modernos, recorridos por museos, obras de arte, poemas, partituras, discos, conciertos,… Como ya he dicho, me ha gustado beber agua de muy diversos manantiales.

Si además de los de filosofía, tuviera que destacar en este bosque una especie de árboles dominante, serían sin duda los que representan la música. A ella le he dedicado una gran parte de mi tiempo libre en campos y actividades diversas:

Llegados aquí y retomando el oxímoron “música callada” de Juan de la Cruz, quiero dejar claro que, a lo largo de esta página, abandonaré el ámbito original de la mística para situarme en un plano en el que ambos conceptos, la música y el silencio, serán tomados en su sentido más literal.

A poco que reflexionemos, veremos que la música tienen diferencias notables con otras manifestaciones artísticas. Un edificio, una escultura, un cuadro, un poema,… están ahí y basta recorrerlos físicamente con la mirada para disfrutarlos. Podemos además volver sobre nuestros pasos en una catedral o en un museo; podemos detenernos el tiempo que nos apetezca o volver sobre un detalle de un cuadro cuantas veces queramos; podemos hacer saltos de página en una novela o en un libro de poemas,...

Con la música, sin embargo, cambian las cosas. Fluye en un tiempo que no marcamos nosotros, comienza en un momento determinado y termina con la última nota del último pentagrama, sin que podamos organizar temporalmente su escucha con retrocesos temporales. Es un arte en el tiempo que nos impone su tempo.

Una diferencia importante más. En las artes plásticas y en la literatura los objetos se nos ofrecen con contenidos y significados de alguna manera prefijados. Resulta difícil interpretar un lonja medieval sin aludir a su función mercantil, ver un bodegón sin referencias a los objetos, frutas, verduras,… en él representados o leer el soneto. “No me mueve mi Dios para quererte ” sin referencias a la imagen de Cristo crucificado. En algún sentido, ante un edificio, un cuadro o un poema, su contenido debe ser desentrañado por nuestra atención sensorial y enriquecido con la reflexión activa. Ante la música, por el contrario, es ella la que penetra en nosotros sin que podamos acudir a un diccionario para garantizarnos una interpretación correcta. Lo escribía Mendelssohn en una de sus cartas: “la gente se queja de que la música es demasiado ambigua, de que los pensamientos que suscita cuando se escucha no son claros, mientras que todo el mundo entiende las palabras ”.

La música en la visión de Kandinsky

Esto es así porque, a diferencia del lenguaje, la música es un discurso sonoro no significativo, en el sentido de que cualquier agrupación de notas es válida y puede sugerir en los oyentes significados distintos. Con otras palabras, no hay una sola combinación de notas que designe un concepto concreto, pongamos como ejemplo el de “rosa”, mientras que, en el lenguaje hablado o escrito, la combinación en este orden de estos cuatro sonidos [r/o/s/a] nos lleva en nuestro código a la flor de todos conocida y no a otros.

Por esta misma razón, si tomamos cuatro notas musicales de la escala, podemos mezclarlas correctamente de las veinticuatro formas que nos permite la combinatoria, sin que podamos calificar ninguna de errónea, mientras que, si lo hacemos con los cuatro sonidos citados de “rosa”, solamente algunas de las veinticuatro combinaciones serán significativas (rosa, aros, raso, oras, …) mientras que otras (rsoa, aors, roas, raos, …) carecerán de realidad lingüística significativa y las consideraremos inválidas. Seguramente no hay música a la que no atribuyamos significados, a veces compartidos, pero éstos no vienen prefijados por el autor. Pueden variar de unos oyentes o grupos a otros, de unas épocas a otras.

Partitura antigua

Una última reflexión. Aunque coloquialmente “saber música” suele significar “saber leer e interpretar la música escrita en una partitura”, las partituras escritas que todos conocemos no son la música, sino una de las formas de liberar nuestra memoria, una forma de escritura que nos permite traducir con mayor o menor acierto los sonidos de la música a signos en un papel y, con las limitaciones que queramos matizar, conocer la música de siglos pasados sin necesidad de imaginarla. No deberíamos olvidar que en la mayoría de culturas no occidentales la transmisión de música entre sus miembros se realiza por vía oral, lo que seguramente reduce su repertorio conocido, pero no debería suponer una valoración menor de su calidad.

Por muy hermosamente editada que tengamos una partitura, si sólo la tenemos en nuestras manos, no se convierte en música, no “suena” hasta que una orquesta o el intérprete oportuno traduce sus signos a sonidos y vuelve a “callar” cuando la ejecución se acaba. Podríamos decir que de alguna manera todas las músicas, incluso aquellas de las que tenemos partituras, no existen como tales, son “músicas calladas” hasta que un interprete traduce sus signos a sonidos. Este sería un primer sentido del nombre de esta web.

Añadamos para ir terminando que, si esto es así con las partituras de las obras musicales que llenan nuestra vida, las partituras de nuestros conciertos, radio, cine, televisión, equipo de música,… todavía es más evidente en aquellas partituras inéditas que duermen en bibliotecas y archivos esperando el mago que las despierte con su varita de su sueño silencioso y a las que de manera preferente estará dedicada la presente página web.

Son “músicas” que llevan “calladas” desde hace siglos y que, cuanto más antiguas son, más difícil resulta convertirlas a sonido con un mínimo de garantía.

A recuperar algunas de estas “músicas calladas” he dedicado gran parte de mi tiempo desde hace unos años. Y aunque el refrán italiano dice que “todo traductor es un traidor” (“traduttore, traditore”) me he atrevido a traducir a notación, grafía y edición actual muchas de estas partituras dormidas en archivos y bibliotecas. Lo he hecho y continúo haciéndolo, no porque crea sea un trabajo de recuperación estrictamente arqueológico, sino porque, citando libremente a Stravinsky, tengo la convicción de que “no son el testimonio de un pasado muerto, sino una fuerza viva que anima y explica nuestro presente», ideas éstas que seguramente tendrán ampliación oportuna en otras partes de esta web.

Resumiendo: aquellas partituras corales que han sido importantes en mi vida por haber formado parte de mi personal camino musical y coral y aquellas otras a las que he llamado “musicas calladas” y en cuya recuperación transcripción he trabajado estos últimos quince años, serán el centro alrededor del cual girarán y se articularán los contenidos de esta página web que se inicia con esta introducción, en la que he intentado explicar por qué la he llamado

www.mismusicascalladas.com

 

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